El mercado accionario no funcionaría sin la economía, y la economía moderna no funcionaría sin el mercado accionario. Por lo tanto, si bien cualquier cosa que pase en alguno de los dos tendrá implicaciones sobre el otro, concentrémonos en la influencia de las variables macroeconómicas en el mercado bursátil.
No se puede iniciar con otra variable macro que no sea el PIB. Este indicador, que da señas sobre el pulso de la economía: si está creciendo, cómo van los sectores, qué ocurre con el gasto de los hogares, etc., también define el futuro de las empresas, incluidas las que están listadas en bolsa.
Un mayor crecimiento del PIB suele traducirse en un mercado accionario optimista porque cuando la economía crece, las empresas suelen registrar mayores ventas, mejores utilidades y, en consecuencia, incrementos en el valor de sus acciones.
Otra medida que no se puede dejar por fuera es la inflación. El comportamiento agregado del nivel de precios de una economía puede ser positiva para las acciones si es moderada o negativa si es alto. En el primer caso, puede reflejar una economía saludable, mientras que en el segundo caso se afecta el poder adquisitivo y aumenta los costos operativos de las empresas, afectando su rentabilidad.
Para ponerle freno a la economía, en caso de estar en el segundo escenario, entran a jugar las tasas de interés de referencia. Las consecuencias de su fluctuación no solo afectan la inflación, sino también los costos del financiamiento (deuda) debido a mayores intereses.
Cuando las tasas de interés están bajas, estos costos disminuyen e incentivan a las empresas y los hogares al consumo y la inversión, lo que puede propiciar un repunte de las acciones. Por su parte,, una reducción en las tasas de interés, también eleva los retornos de los bonos, un activo que al ser más seguro, se hacen más atractivos frente a las acciones.
Sin embargo, la solución o el óptimo nunca va a ser ni invertir siempre en el mercado accionario o no hacerlo jamás. Y esto se debe a que el ciclo macroeconómico tiene fases en las que algunas veces se estará expandiendo, pero en otras se estará contrayendo.
En las etapas de expansión, las acciones suelen ser la mejor apuesta, especialmente en sectores cíclicos como el industrial y el consumo discrecional. Por el contrario, durante una recesión, los bonos y activos de refugio, como el oro o el dólar, se vuelven más atractivos debido a su estabilidad y menores riesgos.
Comprender estas relaciones no solo es fundamental para que los inversionistas protejan su patrimonio, sino también para que puedan identificar oportunidades en medio de la incertidumbre. Al final, el éxito en los mercados financieros depende tanto de leer los números como de interpretar el entorno económico en el que se desenvuelven.
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